Kim Fausing, CEO de Danfoss. Publicado originalmente en WEF.
La COVID-19 ha ralentizado la actividad de las ajetreadas fábricas y ha hecho que las ciudades parezcan fantasmagóricas ya que las medidas sanitarias han mantenido a los trabajadores en sus casas y los trastornos en las cadenas de suministro han dificultado la producción en muchas grandes industrias. La parada repentina se produjo tras un considerable crecimiento de la demanda de productos industriales durante los años anteriores junto con un aumento del consumo de energía y de las emisiones de gases invernadero. La fabricación y la industria son actualmente las responsables de alrededor del 25% del consumo final de energía y de un 20% de las emisiones totales de gases invernadero. Al mismo tiempo, la industria representa un 25% de los empleos en todo el mundo, lo cual subraya el reto que supone una parada repentina.
La menor actividad industrial también provocó una reducción del consumo de energía, la disminución de las emisiones de CO2 y un aire más limpio. El reto ahora consiste en asegurar que la estimulación del crecimiento económico no conlleve volver a las emisiones previas a la COVID. Por tanto, es fundamental separar el crecimiento económico de las emisiones y para ello hay que reiniciar nuestras industrias.
Conseguir que la industria trabaje por el bien de las personas y el planeta
La buena noticia es que ya sabemos cómo reiniciar nuestras industrias. Y en algunos lugares ya lo hemos hecho.
Tomemos como ejemplo la ciudad de Benxi (China). Benxi ha producido hierro desde la antigüedad y durante el último siglo ha sido un centro metalúrgico. En la actualidad su capacidad de producción anual es de 20.000 millones de toneladas de acero crudo. Pero hasta hace poco esta industria pesada cobraba un precio brutal a la salud de los residentes de la ciudad. Benxi, está rodeada por montañas, por lo que al aire contaminado quedaba atrapado, de ahí que fuera conocida por sus nevadas con copos de color negro, así como por la tasa de cáncer de pulmón más alta de China.
Esta era la situación hasta que la ciudad convirtió su industria del acero en una fuente de calor. La integración del sector permitió que el exceso del calor generado en la producción de acero fuera aprovechado para calentar las casas, lo cual a su vez incrementó la estabilidad del calor y el confort de los residentes en invierno, además de reducir el consumo de carbón en 26.500 toneladas al año. Esto se tradujo en una reducción de las emisiones de CO2 en 69.000 toneladas así como de enormes cantidades de NOx y SOx, junto con inmensas mejoras en la calidad del aire y el bienestar en la ciudad. ¿A qué precio? La compañía local de calefacción del distrito pasó de perder 20 millones de RMB (unos 3 millones de dólares) a obtener beneficios por valor de 1,7 millones de RMB (unos 250.000 dólares) en su primer año, y de 5 millones de RMB (unos 730.000 dólares) en el segundo, por lo que el proyecto fue totalmente financiable y viable desde un punto de vista comercial.
Una mayor eficiencia energética de la industria ofrece otras muchas ventajas. Un reciente informe de la IEA llegó a conclusión de que la implementación de todas las medidas rentables de eficiencia energética industrial - que exigirían añadir una inversión anual de unos 50.000 millones de dólares - hasta 2030 reducirían las emisiones en unas 2 Gt de CO2, que equivalen a cuatro veces las emisiones anuales de México. La mayor eficiencia energética en los sistemas de motores eléctricos por sí misma puede disminuir el consumo eléctrico global en un 8% y reducir las emisiones de las aplicaciones industriales hasta un 40% en 2040.
Al mismo tiempo, la inversión en eficiencia energética en la industria crearía por término medio 10 empleos por cada millón de dólares gastado, ayudando así a nuestras economías a lograr el ansiado Reinicio Ecológico. Ello incluye invertir en motores eléctricos, bombas de calor, controles, etc., con una mayor eficiencia energética. Sus períodos de amortización suelen ser cortos y ello permite que las empresas concentren sus gastos en las operaciones que constituyen el núcleo de su negocio.
Al estar al frente de una gran compañía industrial, puedo hablar por mi propia experiencia. Durante muchos años nos hemos esforzado no solo por suministrar productos que ayuden a nuestros clientes a ahorrar energía, sino también a disminuir nuestro propio consumo de energía y nuestras emisiones. Y este año hemos llevado nuestros ambiciosos objetivos aún más allá: hemos puesto en marcha un plan para ser neutros en CO2 hacia 2030 como muy tarde, y nos hemos comprometido a establecer Objetivos Basados en la Ciencia, uniéndonos así a un movimiento global de compañías líderes que contribuyen a limitar el aumento global de la temperatura hasta 1,5°C por encima de los niveles preindustriales. Ahora estamos trabajando para desarrollar y fijar unos objetivos ambiciosos, coherentes y creíbles que nos permitan reducir nuestras emisiones de gases invernadero en todo nuestro ámbito de negocio, lo cual incluye el uso final de nuestros productos.
Lo hacemos porque es lo correcto, pero también hemos aprendido que es un buen negocio. Desde que iniciamos nuestro viaje hacia la descarbonización en 2007 hemos identificado más de 160 proyectos de ahorro de energía que se han puesto marcha en 27 fábricas de 11 países, y estos proyectos han tenido un período de amortización total de tan solo 2,8 años.
Así que sabemos que podemos conseguir que funcione.
Acciones necesarias
Para impulsar el cambio, las empresas deben estar listas para aplicar la estrategia de negocio que acabo de explicar y realizar las inversiones que exija ese reinicio. También precisa contar con el apoyo de una acción política ambiciosa. Necesitamos objetivos nacionales e internacionales más exigentes para la eficiencia energética en la industria, que sea capaz de crear incentivos, pero también presión, para actuar con decisión. La eficiencia energética no es un área estratégica en la mayoría de los sectores industriales sino que las inversiones en eficiencia energética compiten con otras muchas inversiones potenciales de la industria. Por eso es fundamental contar con un sólido entorno legislativo, incentivos y financiación con el fin de aprovechar al máximo el potencial social, medioambiental y económico de la eficiencia energética.
Al establecer este marco es primordial reconocer que resultará más fácil para las empresas que desarrollen determinadas actividades que para otras y, especialmente para las que consumen más energía, se trata de una gran oportunidad de adaptación. Esto les ayudará a seguir siendo competitivas y a mantener su crecimiento mientras implementan cambios de tipo ecológico.
El potencial es considerable: con las oportunidades actualmente disponibles para una eficiencia energética rentable, las industrias podrían duplicar el valor generado por cada unidad de energía utilizada en 2040 si se compara con los niveles actuales.
En última instancia no se trata tan solo de una oportunidad sino de una batalla que hay que ganar. Ante una economía mundial tan afectada necesitamos crear empleos y lograr que nuestras industrias vuelvan a funcionar con la mayor rapidez posible. Pero no podemos volver al punto de partida y permitir que las industrias contaminen nuestras ciudades y calienten aún más nuestro planeta.
Solo aquellas industrias capaces de disminuir las emisiones y de crear productos para nuestras sociedades pueden estar seguras de estar preparadas para el futuro. Con empleos competitivos y sostenibles que beneficien a nuestras economías a nuestro planeta.